MALAS INTENCIONES

La grieta que nunca habría imaginado Rocío Jurado sobre la repartición de su herencia

“La más grande” dejó sembrada la semilla de la discordia desde mucho antes.
lunes, 6 de septiembre de 2021 · 17:30

Veintiún días después de que Rocío Jurado diera el último suspiro, la abogada Ana Iglesias se disponía a leer el testamento firmado a puño y letra por la cantante. Todos tenían su parte, aunque algunos se tendrían que ir con las manos vacías.

El próximo otoño se estrenará “En el nombre de Rocío” una nueva serie documental protagonizada por Rocío Carrasco, cuyo argumento trata sobre los pensamientos más secretos, íntimos y profundos de la cantante de “Se nos rompió el amor”.

Muchas críticas y revuelos han despertado esta próxima emisión. Incluso,  Ortega Cano y Amador Mohedano han conformado una alianza para impedir que el documental salga a la luz. Demasiado tarde ya que Rociíto está dispuesta a exponer un diario íntimo de Rocío Jurado cueste lo que cueste.

Todos coincidimos en una sola verdad irrefutable. A la luz de todos los problemas familiares expuestos desde el mes de marzo hasta ahora, efectivamente era Rocío Jurado la única que mantenía unidos los lazos de su familia. Hoy, tal como decía Jesús Mariñas en su columna de “La Razón”, la cantante estaría muy decepcionada de ver cómo han quedado las cosas entre sus seres más amados.

Tal como contábamos al principio, la disputa empezó tan solo veintiún días después del fallecimiento de Rocío Jurado. La abogada Ana Iglesias fue la persona encargada de administrar y velar por los bienes repartidos, ya que era una de las personas de su máxima confianza.

La familia fue reunida en la casa familiar. Estaban: Gloria y Amador, los hermanos queridos de Rocío Jurado, su hija mayor y Ortega Cano, quien estaba en representación de sus dos hijos pequeños, también herederos, Gloria Camila y José Fernando.

Desde el 2004 que la cantante venía preparando su testamento. Dejó todo en manos de su abogada y dispuso bien firme sus últimas voluntades. Para sus hermanos correspondía unas fincas, para su hija mayor la mayor parte de sus bienes y sus hijos adoptivos también recibirían una parte. Quien no recibió absolutamente nada fue Ortega Cano, para sorpresa de muchos.

Fue un problema desde el minuto 1. La repartición entre fincas, divisiones y parcelas nunca quedó del todo conformada a la claridad y beneficio de todos. Pero Rocío Carrasco era la heredera universal, con lo que su palabra tenía prioridad entre los demás, incluso que de sus hermanos.

El día de hoy vuelve a disputarse la misma situación, pero con una herencia que va más allá del patrimonio físico. Hablamos de una herencia de secretos, confesiones y vínculos tanto privados como personales que están registrados en un libro que lo tiene solo una persona, Rocío Carrasco.